El día señalado fue el 22 de septiembre. En mi familia es una fecha muy importante y, como no había más días libres en el Registro, ahora lo es por otra razón más. Mi hermano y mis amigos fueron llegando progresivamente los días anteriores. Como Hagrid no controla con las cantidades, ya sean espaguetis ya sea bebida, llenó la casa de botellas y la tasa de alcohol en sangre se mantuvo elevada durante los 4 días de fiestas oficiales, que fueron desde guerra de almohadas hasta desfases sadomaso-gay. Colocamos este cartelito en la puerta para que los vecinos supieran que era una ocasión especial, pero ninguno se unió a la fiesta ni trajo regalos. Qué falta de consideración.
La idea era que la unión fuera la excusa para estar de fiesta. No queríamos ni regalos (aunque al final los hubo) ni anillos ni complicaciones (¡ni hijos!). Si no se ponían de acuerdo ni en qué tirarnos tras el enlace: que si arroz no que se lo comen las palomas y se mueren, que si pétalos de rosas no que me dan pena las flores... ¡Joder, pues tiradme pan duro! Menos mal que con la lluvia que cayó a las damas se les olvidó la historia. Una tradición que cumplimos fue la de llegar tarde, cómo no tratándose de la que escribe. Inspira, espira. ¡Oooooommmmh! ¡¡Me cago en la puta qué tarde es!! Y mi hermano no va a llegar. Y The Jocker tampoco, que ha venido expresamente para hoy. ¡Oooooommmmhh! Finalmente llegamos a la hora justa. Allí estaba Nancy esperándonos sin saber que todos esperaban conocerla con gran expectación. Queridos invitados solteros, siento no ser amiga de las modelos de Victoria's Secret, y lo siento más por mí que por vosotros porque menudas fiestas de pijamas me iba a montar, pero no me negaréis que si Nancy tuviera un cuello tan bonito como sus piernas ganaría muchos puntos.
A lo que iba, yo pensaba que nos dirían que nos faltaba algún documento y que perderíamos la hora, porque en los momentos de tensión me imagino que todo acaba en tragedia griega. Pero no. Pero casi. Porque mi hermano y The Jocker seguían sin llegar. Pedimos que se retrasara un poco el momento del enlace, a lo que el funcionario contestó que como él veraneaba en Cádiz que sí, que nos hacía el favor. Cosas de esta vida rumbosa. ¡Ya llegan! Entramos en una sala que parecía un despacho grande con sillas para invitados, con una amable joven que yo decidí porque sí que me recordaba a La Ballena Elena. Papel por aquí, boli Bic por allá, firmamos interesados y testigos y ya estábamos casados. Luego dimos un paseo lluvioso por el centro, tomamos unas copas, fumamos puros y llamamos la atención por nuestra ropa, como a mí me gusta. Volvimos a casa y más alcohol, música, pompas de jabón por el salón, tres horas de sueño y adiós al primer invitado. ¡Ooooh! En mi mural reza en tu honor "Piecito es una bruja"... y tu jefa, una zorra.
Al día siguiente llegó mi hermana mayor y le hicimos el tour exprés por Madrid, que casi llora de la emoción. Por la mañana tocaba volver al trabajo y mis hermanos se marchaban a Cádiz. MAT y miau se quedaron unos días más, implantando su tranquilo ritmo de vida (¡más que el mío!) y reconciliándome con la tele, pero no con Buffy.
A todos los que habéis hecho posibles estos días inolvidables, muchísimas gracias. Siempre nos quedarán la vuelta ciclista, los bocadillos de calamares, los museos, la pizza, el poker y los chupitos.