lunes, 5 de mayo de 2008

Bailemos (Bailemos esta noche que podemos)



Se encontraban después de décadas sin verse. Él aún estaba soltero y, como antaño, era un seductor codiciado por las féminas por su verborrea y su impecable estilo. Herencia de su padre, como él, moreno, alto y de galante presencia.

Bailaban pegados, giraban despacio, sólo se miraban. Ella podía sentir palpitar el corazón de su compañero de baile. Él, también el de ella.
-Sabes que aquella última noche habría sido tuya.
Él puso cara de falsa sorpresa y añadió cínico:
-¿Por qué no me dijiste nada entonces?
-Mi marido…- bajó la mirada
-Comprendo. La situación es la misma, sólo que hoy eres aún más atractiva.
La miró fijamente. Ella sonrió hinchando el pecho de melancolía y le abrazó para robarle su olor, para recordarlo en el tiempo.

Ya no bailaban. Eran un solo ser entrelazados. Un ser prohibido. Cerraron los ojos disfrutando la privacidad de sus párpados echados. Ella sabía que abrirlos suponía el fin de la felicidad y sus sentimientos se contradecían y luchaban. Por fin le miró. Deshizo el abrazo lo suficiente como para que él lo notara y la mirara de nuevo.
-¿Por qué nunca te casaste? ¡Maldito seas!- inquirió desde su brillante mirada con un nudo en la garganta.
Él deslizó sus grandes y elegantes manos hasta el rostro de ella agarrándola suavemente y clavándose en sus ojos le susurró una evidencia:
-Porque mi esposa ya se había casado con otro hombre.

Esto lo escribí hace tiempo y lo subí al blog en octubre, luego me arrepentí y lo quité, pero hoy llevo un subidón de té moruno de mi viajecito a Granada y lo subo otra vez. Así veis que no sólo escribo guarreridas. A parte, se lo debo a una amiga.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonito, mamatopa... ¡pero que triste, coño!
tora
w

Unknown dijo...

Bueno, a veces uno tiene que hacer lo que tiene que hacer. Dejarse llevar por los sentimientos puede desembocar en un melodrama de sobremesa de Antena3.