lunes, 4 de enero de 2010

De urgencias navideñas

Días previos a la Navidad mi primo de quince años fue operado de apendicitis. Menuda enfermera cualificada que soy que lo primero que pensé fue que se iba a hartar de helado. Lo segundo que pensé fue "seré gilipollas, si eso es con la amigdalitis".

Cuando despertó de la anestesia, mi querida madrina que resultó ser su madre, le preguntó qué tal se encontraba, a lo que el chaval contestó: "me han metido tubos por todas partes". Pobrecito. Por ahí. Sí. Y por ahí también, un enema. "Y me han afeitado los huevos". Al menos la enfermera era joven y guapa, aunque eso a veces empeore el picor de la zona bajo el pijama. Me apuesto lo que queráis a que se los volverá a afeitar al menos una vez más en su vida. Con el tiempo se te olvida cuánto pica y sólo recuerdas lo grande que parecía la de en medio. (Actualmente se opera por laparoscopia y sólo se hacen tres pequeñas incisiones: una en cada ingle y otra bajo el ombligo. Adiós a esa cicatriz tan característica que delataba y unía en vínculo de comprensión a los apendicectomizados. Ahora parece que te has arrepentido de llevar aquel atrevido piercing en el ombligo al pasar el furor de la moda).

Como estaba a dieta y no podía comer bombones ni le iban a gustar las flores, que suelen tener un sabor amargo, el novio de mi otra tía le compró una revista para que estuviera entretenido. No, no una de esas revistas. No ese tipo de entretenimiento. Aunque a juzgar por lo que pasó más le habría valido llevarle al niño una FHM con el recopilatorio desplegable de las vecinitas más cachondas de 2009. Resulta que el buen hombre le llevó el especial de Muy Interesante - preguntas y respuestas-. Y ya te digo si estaba interesante. Resolvía las dudas sobre orgías, puntos G, orgasmo anal, viagra, hormonas y feromonas y un sinfín de cuestiones. Con sus respectivas explicaciones y fotos ilustrativas, claro. Mi tía, la madre de la criatura, le dijo a su cuñado que se la llevara, en cambio mi primo le invitó a dejarla olvidada a los pies de la cama. "Deja que el niño se informe y te ahorras un nieto no deseado, tita", le dije al marcharme por si el espíritu de la Navidad se apiadaba de mi joven primo.

Finalmente la revista se quedó en una silla, boca abajo, y me apuesto lo que queráis a que no pasaron ni cinco minutos antes de que la mano censora de mi madrina cayera sobre ella.

Relatando la historia a mis amigos, por la parte del afeitado de pelotas, una de ellos me preguntó muy extrañada para qué entraban por las ingles a operarle las amígdalas. Es que le gusta el helado más que a mi abuela.

2 comentarios:

Lucrecia Borgia dijo...

-Doctor,¿cómo le ha ido a mi abuelo en su operación de apendicitis?

- ¡Ostia! ¿Era apendicistis? ¡Yo creía que era una autopsia!

Unknown dijo...

Lucrecia, lo voy a colgar en feisbu, que me ha encantado.